jueves, 17 de octubre de 2013

GALERÍA SAN QUINTÍN

       Colonia Santa Fe, Valle de San Quintín
FOTO: Periodismo Negro



Carretera Transpeninsular
FOTO: Periodismo Negro



Cosecha de fresas
FOTO: Periodismo Negro



"La Lobera"
FOTO: SECTUR



Atardecer en San Quintín
FOTO: Panoramio

San Quintín - semi esclavitud

Tienda de raya, jornada de sol a sol y sueldo mísero

San Quintín, semi esclavitud

Rancho Los Pinos, el peor cacicazgo a cargo de funcionario de BC




SAN QUINTÍN, ENSENADA, Baja California.- Edy y su familia llegaron a San Quintín en 2006 enganchados por un contratista de la empresa agrícola “Los Pinos”.

El ofrecimiento fue paga y vivienda decorosa, aguinaldo y el regreso a su natal Tuxtepec al finalizar el ciclo agrícola. Nada ocurrió de esa forma.

Edy Santiago no pudo regresar a su tierra en ese año, ni al siguiente. Obligado por las deudas adquiridas en la tienda de raya, la familia no tuvo más remedio que vivir dos años más entre la explotación y la miseria, hacinados en cuartuchos.

La ilusión de cosechar en dólares y su dignidad escapó por las rendijas de las enmohecidas paredes.

Detrás de las bardas metálicas y alambrones que resguardan los campos de cultivo y cuarteríos de Los Pinos, empresa más grande y poderosa del Valle oaxacaliforniano, se esconde la explotación y el abuso.

Justino Herrera Martínez, delegado municipal de la Vicente Guerrero, de San Quintín, Baja California agrega abuso sexual a la larga lista de quejas acumuladas de boca en boca entre los jornaleros pero invisibles para las autoridades.

El hombre cuya complexión menuda contrasta con su temple riguroso y actitud áspera cuando se trata de defender a los jornaleros, asegura sin titubear que en aquella empresa dirigida por el actual Secretario de Desarrollo Agropecuario de Baja California, Antonio Rodríguez Hernández, se inscribe el peor cacicazgo del México contemporáneo.

 

TRABAJO DE SOL A SOL

El final de los surcos se pierde en el horizonte sin que la vista los llegue a hallar. Los campos parecieran estar despoblados de trabajadores pero al detalle, entre las matas de las hortalizas los jornaleros espulgan rigurosamente el cultivo para extraer kilos y kilos de producto.

Ahí laboran unos mil o mil 500 migrantes, el 65 por ciento oaxaqueños en jornadas de sol a sol por salarios de miseria.

Edy Santiago, quien labora en un pequeño rancho, recuerda que en aquél tiempo, al llegar a Los Pinos le pagaban cien pesos por una jornada de siete a cinco, sin derecho de poder quejarse para sí del dolor de espalda

El sueldo familiar rendía mucho menos porque, al estilo del Porfiriato, todos los trabajadores estaban obligados a comprar dentro de la tienda del rancho de lo contrario eran reprendidos por el mayordomo, es decir la persona que vigila a los migrantes.

Sus deudas en las “tienda de raya” era interminable, aunque poco, el gasto siempre era mayor a lo ganado.

Un día, Edy se armó de valor, tomó a su familia y decididos abandonaron el rancho. Atrás dejaron el hediondo cuarterío en donde dormían a ras de piso.

Coincidentemente, todos los jornaleros comparten la misma historia sobre Los Pinos. Los que laboraron ahí no vuelven a regresar porque su dignidad es más grande que su hambre.

 

VIOLENCIA Y RACISMO.

Justino Herrera Martínez, hombre de origen oaxaqueño, está fraguado en la severidad de su natal, San Miguel Copala, y a lo inflexible de los campos agrícolas de México y Estados Unidos en donde trabajó por más de diez años.

La voz del hombre, quien no rebasa el 1.50 de estatura, se oye firme al responsabilizar al gobierno de Baja California de las condiciones inhumanas en las que labora más del 80 por ciento de los jornaleros en las empresas y rancherías.

La falta de seguridad social, bajos sueldos, condicionamiento de pago y circunstancias inhumanas de vivienda, dijo, persiste por la complicidad entre los gobiernos federal, estatal y la Confederación de Trabajadores de México (CTM), afiliada al Partido Revolucionario Institucional, presunto sindicato defensor.

“Como siempre hay protección. Nunca se tiene justicia en las violaciones a los derechos de los trabajadores”, reclama.

 

MIOPÍA O COMPLICIDAD INSTITUCIONAL.

El reclamo de Justino y de las vivencias de muchos otros jornaleros, contrasta con la óptica de Gabriel Soria Cuevas, Coordinador Ejecutivo de San Quintín. El funcionario, originario de San Miguel el Grande Oaxaca, afirma que las violaciones “son mínimas” y que en todas existe un arreglo favorable a los trabajadores.

Sin precisar el número, señaló que ante la delegación de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social (STPS), las quejas son prácticamente inexistentes. Y argumenta que esto tiene que ver con que el trato es de oaxaqueño a oaxaqueño.

Moisés Dávalos López Delegado de Desarrollo Social en San Quintín, agrega que “lo que vemos es que ha cambiado mucho la situación de hace años, de los campamentos de antes no quedan nada, son muchísimo mejor”.

La interrelación del estado con otros del mismo país para recibir la oferta de productos de la zona de San Quintín, agregó, “han hecho necesariamente que mejoren las viviendas”, declaró.

“En lo personal tengo mucho tiempo de no escuchar de demandas o situaciones en cuanto a transporte, situaciones que tengan que ver con las cuestiones básicas para laborar o implementos para trabajar. Las mismas familias han estado viendo las facilidades y valor del trabajo en las empresas”, sostuvo.

 

LOS SURCOS DEL HAMBRE.

Entre los surcos de hortalizas sopla la voz ahogada de una melodía ranchera. Los trabajadores pizcan a ese ritmo. El ambiente del invernadero sofoca la respiración, aún así las y los jornaleros mantienen su cuerpo protegido de pies a cabeza con tenis, pantalón, sudadera, pañoleta cubriendo la boca y gorra sobre la cabeza.

Rosa Claudia ha acumulado 36 pesos por dos horas de trabajo. Sus manos están ajadas. Tienen un tono verduzco y negro. El rostro apenas se distingue entre el paliacate y la gorra, pero sus ojos y su voz la delatan como una niña de 16 años. Su ropa y calzado están roídos. Un 90 por ciento de lo que gana está comprometido con el gasto familiar.

En esta ocasión recolecta tomate cherry (tomate uva). Su jornada inicia a las siete de la mañana y termina a las 17:00 horas, 10 horas de jornal, tiempo en el cual acumula unas 50 libras por una paga de “cien diez” (110 pesos) en temporada baja, y cincuenta o hasta cien pesos más cuando es alta.

Las greñas la esconden por completo y a lo lejos sólo se percibe el vaivén del matorral sujeto al techo del invernadero.

Un jornalero chiapaneco abandona su caja con unos cuatro kilos de tomate uva. “No me rinde”, dice después y se dirige rumbo a la salida del rancho. Duda un momento. Se echa a la boca un puño de la hortaliza y después regresa. Toma nuevamente su caja y sigue recolectando porque hay que llevar el gasto a la casa.

Al hombro Susana lleva una cubeta repleta de tomate. El mayordomo la pesa y después anota el número de kilos. Juntos Susana y su esposo están a punto de sacar su día y retirarse a su casa pues en el rancho en donde trabajan el patrón es flexible al horario.

En todos los campos de cultivo, el pago se realiza con cheque al término de la semana. En algunos casos, la entrega del dinero está condicionada a la compra de al menos el 30 por ciento en determinadas tiendas señaladas por el patrón, principalmente, refieren los jornaleros, en la “Alejandra” una de las más grandes del Valle de San Quintín.

 

“ESTÁBAMOS PEOR”.

“Hemos tenido en este año y en muchos atrás paz laboral que podemos presumir. Hemos mejorado mucho en esa parte. Si conocieran la zona anteriormente por el flujo migratorio que se daba, las relaciones obrero patronal de sindicatos existentes, es muy diferente a lo que actualmente se da. Los datos precisos no los tengo pero sí veo que vienen a presentar alguna denuncia o querella pero no tenemos nada fuera de lo ordinario”, Moisés Dávalos López Delegado de Desarrollo Social en San Quintín.

      

FUENTE: CITLALLI LÓPEZ/Fotos: Uriel López – Enviados Especiales (II de IV)

30/11/2012 (noticiasnet.mx)

   

miércoles, 16 de octubre de 2013

EL OTRO OAXACA:
SAN QUINTÍN, BAJA CALIFORNIA

Una de la colonias del Valle de San Quintín, B.C.
 Se observan las casas, enseguida el cultivo en invernaderos
y al fondo el Océano Pacifico.

    Voy a comentarles brevemente sobre la presencia de oaxaqueños en el Valle de San Quintín, Baja California. A pesar de la distancia y múltiples factores, seguimos manteniendo nuestros lazos con nuestro pueblo y con todo aquel lugar donde se encuentran nuestros familiares, amigos o paisanos. Cambiamos de residencia, pero seguimos siendo oaxaqueños o como dicen por allí, somos “oaxacalifornianos”.


El Valle de San Quintín se ubica a 193 kilómetros al sur de la cabecera municipal de Ensenada, Baja California, teóricamente es el lugar más lejano de la capital del país. Se localiza por el Océano Pacífico, conformado por cinco delegaciones municipales: Colonet, Camalú, Colonia Vicente Guerrero, San Quintín y el Rosario.

        El Valle de San Quintín es el otro Oaxaca, como lo es también Madera California en Estados Unidos de América, Pesqueira en Sonora, y otros lugares que se asemejan a Oaxaca, debido a un gran número de paisanos. Lo importante es que seguimos conservando nuestra cultura, lengua y tradiciones.

Alrededor de la carretera transpeninsular Tijuana-La Paz se encuentran la mayoría de los centros de poblaciones, colonias, ejidos, y por lo regular los campamentos agrícolas se encuentran fuera de la mancha poblacional. Las colonias y ejidos cuentan con los principales servicios públicos: agua potable, energía eléctrica y recolección de basura; el servicio de drenaje aún no llega a esta región.

A pesar de ser una zona desértica el Valle cuenta con grandes extensiones de cultivos, especialmente de hortalizas. Hay más de quince empresas que se dedican a la agricultura con la más alta tecnología, tales como los métodos en invernadero, malla sombra o hidroponía.

El Valle se fundó por personas provenientes de otros lugares del estado y de nuestra nación, eso significa que es tierra de migrantes, aunque a la fecha varias generaciones nacieron en este territorio. Nuestros paisanos oaxaqueños empezaron a llegar a mediados de los años  setentas, dedicándose principalmente al trabajo asalariado agrícola.

De 1980 a la fecha, se han formado colonias integradas en su mayoría por oaxaqueños, por ejemplo Maclovio Rojas, Trece de Mayo, Lomas de San Ramón, Ricardo Flores Magón, Nueva Era, sólo por mencionar algunas.

Las fiestas colectivas que salieron de Oaxaca para quedarse en San Quintín son: día de muertos y las fiestas patronales. Los paisanos hacen los altares, comparten su comida entre los conocidos y acuden al panteón. Así como han nacido, también los cuerpos de nuestros paisanos se quedaron para siempre en la región (decesos).

Las principales fiestas patronales que se llevan cabo son: San Juan Copala y San Juan Mixtepec de Juxtlahuaca; Chalcatongo de Hidalgo y San Miguel el Grande de Tlaxiaco; San Martin Itunyoso de San Andrés Chicahuaxtla; y nuestros paisanos de Ocotlán.

A la fecha, varios paisanos se dedican a la comercialización de productos oaxaqueños, eso ha permitido adquirirlos para la elaboración de la comida típica de nuestro pueblo. Además del mole y tamales, también se pueden disfrutar en el Valle los tacos de pescado, tacos de camarón, ceviche de pescado, coctel de almejas, ostión (productos del mar).

En colonias, ejidos y campamentos agrícolas hay presencia de  oaxaqueños. Algunos van al Valle por una temporada y otros se quedan de manera permanente. Casi todos teníamos la ilusión de regresarnos a nuestro pueblo, pero ya nos quedamos en la Baja.

Van dos o más  generaciones y algunos sin conocer el pueblo (el terruño) de sus padres o abuelos que nos quedamos en este lugar, a pesar del polvo o el aire, que son característica de esta región. Sin embargo, somos oaxaqueños y somos de aquí y de allá.

FUENTE: Isidro Pérez Hernández